De Detective a Novio Relajado

No siempre fui el tipo sereno que soy ahora. He tenido mis momentos oscuros, como todos en el juego de las relaciones.

En mi primera relación, no era exactamente una joya. Era un tipo «miedoso», siempre husmeando las cartas y tarjetas que mi ex escondía bajo el colchón. En una operación de búsqueda al estilo del CTI, descubrí una caja en el fondo de su cajón llena de mensajes de otros tipos. Sí, era ese que revisaba los mensajes del celular, las llamadas recibidas y las llamadas perdidas. Tenía un talento especial para descubrir el origen del desagradable olor a rata muerta en mi relación.

Durante esos cinco años, encontré casi 32 «ratas podridas» (puede que un poco más o menos). Eso me llevó a llenarme de muchas inseguridades, mientras mi ex cambiaba los escondites de sus infidelidades. La búsqueda de excusas para pelear o, peor aún, para terminar por algo que en el fondo no quería, se convirtió en un círculo vicioso completamente agotador. Esas peleas de veinteañero, de «quiero pero no quiero», «terminemos o sigamos», realmente eran absurdas y desgastantes.

Después de la tormenta de llanto, escenas dramáticas, rompimientos y nuevos intentos buscando lo que no se había perdido, luego de muchos años me convirtió en el enemigo número uno del escudriñamiento y la vigilancia del celular. Honestamente, me cansé.

Con el tiempo, cambié. De investigador privado, pasé a ser el novio relajado. Los tiempos cambian, y también las tácticas. Hoy en día, la tecnología te da toda la información que podrías desear, y también la que no estás buscando. No necesitas escudriñar; en cualquier momento, un like, un comentario o una foto en las redes sociales te muestran que ya eres parte del pasado de esa persona.

Al final, una relación no te hace dueño de una persona, solo de un capítulo de su vida, así como esa persona lo es del tuyo. La vida sigue, y las redes sociales están llenas de indicios que te recuerdan que el pasado es solo eso: pasado.