PARA SENTIR

El ego también sabe jugar a ser víctima (y nadie gana ahí)

Siempre creí que estar en el papel de víctima era cómodo. Doloroso, sí. Pero cómodo.
Desde ahí uno no se ensucia. No se responsabiliza. Solo observa —con superioridad moral— cómo otros “lo arruinan todo”. Y de paso, lanza gasolina al fuego con la excusa de que tiene derecho a hacerlo.

Confieso que lo viví. Y no una vez. Varias.
Fui ese tipo que gritó en la calle. Que insultó por chat. Que creyó que su dolor era más legítimo que cualquier otra cosa. Que pensó que el mundo le debía una explicación porque lo habían traicionado.

Lo más triste es que esa rabia me hizo sentir poderoso por un momento. Como si lanzar indirectas, armar escándalos y señalar culpables fuera una forma de justicia emocional. No lo era. Era solo ego herido, buscando validación.



Lo que no se ve desde el balcón de la víctima

  • Te sientes justo, pero actúas desde el descontrol.
    Piensas que el otro se merece tu rabia, pero en el fondo solo estás reaccionando a un miedo no resuelto.

  • Confundís dolor con poder.
    Crees que al armar escándalos o vengarte recuperas dignidad, cuando en realidad estás dejando que otros definan tu valor.

  • Te olvidas que la otra persona no es tuya.
    Y que el mundo no gira para no herirte.



Lo más valiente que hice fue aceptar que yo también era parte del problema.

No, no merecía ser traicionado. Pero tampoco tenía derecho a lastimar a otros por no saber gestionar mi dolor. En algún momento, el ego se había vuelto mi brújula y los celos, mi lenguaje. Un cóctel peligroso que me llevó a hacer cosas que no me representan hoy.

Pido perdón.
A quienes me vieron perder la cabeza.
A quienes se cruzaron conmigo en esa versión tan lejana a quien soy hoy.
Y a mí mismo, por haberme creído tan poco.



La lección que me costó años entender:

El amor no se defiende a gritos.
Ni con ladrillos.
Ni con celos.
Ni desde la víctima.

El amor, si se pierde, se suelta con dignidad.
Y si no se puede soltar, se trabaja por dentro.
Porque crecer no es evitar que te duela. Es elegir no herir a otros por lo que te dolió.



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