Hace tiempo, compartía mis historias íntimas en mi blog de manera permanente. Era mi forma de escribir y conectar con el mundo. En esos días, mis aventuras y desventuras se convirtieron en el alma de mis publicaciones. Pero, irónicamente, se convirtieron en un obstáculo en mis intentos de conquista. Sin redes sociales para documentar cada paso, esos detalles personales en mi blog solían asustar a cualquier prospecto que huía con leer dos post.
Esa fue, quizás, mi fórmula secreta para desaparecer de la vida de muchas personas que podrían haber sido, pero no fueron. Escribir sobre mi vida personal, sumado a mis estándares en cuestiones de pareja, me mantenía en la silla del eterno soltero, siempre en busca de algo que nunca encontraba.
Recuerdo una cita con alguien que tenía una pizzería de leña cerca de mi casa en Bucaramanga. Cocinaba maravillosamente bien, su pizza era deliciosa, su familia encantadora, y sí, besaba bien. Pero había algo que me generaba una ansiedad inexplicable: unas piernas largas pero extremadamente flacas. Esto me hizo salir corriendo antes de siquiera llegar a la quinta cita. ¡Ni siquiera al “maniculiteo”! En ese momento, mis expectativas superficiales me llevaron a huir de darle una oportunidad a alguien que, al menos en ese momento, parecía realmente interesado en mí.
Hoy, catorce años después, me pregunto si mis estándares eran realmente adecuados para mí. Con un poco más de experiencia y perspectiva, me doy cuenta de que a veces nuestros estándares se basan en ideas triviales y superficiales que, en última instancia, nos alejan de lo que realmente importa.
Llegué a esta conclusión al revisar una conversación de Facebook de aquella época. Me preguntaba qué debería pedir para almorzar, y yo sugerí algo “rico, sabroso y especial”. Su respuesta fue: “Entonces te ordenaré a ti, en salsita.” Mientras tanto, yo estaba obsesionado con sus piernas flacas. ¡Qué irónico!
La verdad es que, el día que seamos más realistas con nuestros estándares triviales, podríamos encontrar algo más significativo. Porque, al final del día, no se trata solo de tener a alguien espectacular a tu lado; la verdadera pregunta es: ¿A ese estándar tan alto que deseas como pareja le gustaría estar con alguien como tú?
Todos hemos caído en la trampa de tener una autoestima por las nubes, de esperar lo imposible mientras ignoramos lo que realmente importa. No hablo de ser conformista, sino de ajustar nuestras expectativas para valorar lo esencial y dejar esas características físicas en un plano tan irrelevante que ni siquiera vale la pena priorizarlas. Al final, si quieres que tu pareja tenga los ojos azules, esos ojos no te servirán de nada si no te miran con amor. La verdadera conexión no se basa en estándares imposibles, sino en la capacidad de ver a la persona completa y amar cada parte de ella.