Me vi Medusa con calma. Con mucha calma. Porque como todo producto de entretenimiento colombiano que llega a Netflix, quería mirarlo desde dos lugares: el periodista que analiza, y el colombiano que siente. La serie prometía ser una apuesta ambiciosa, con un elenco de lujo, locaciones potentes y una campaña publicitaria que logró colarse en todos los titulares antes siquiera de estrenarse. Pero como dice el dicho: mucho ruido… ¿y pocas nueces?
Lo que me gustó
Hay que decirlo: Medusa entra por los ojos. La propuesta visual es llamativa, la fotografía tiene momentos muy logrados y algunos planos periféricos (que supongo son de Barranquilla) son simplemente brutales. El diseño de producción le mete sabor y deja claro que Netflix sí puso la chequera. Y en cuanto al casting, a primera vista es un dream team de la televisión colombiana, con nombres que generan expectativa y talento reconocido.
El concepto de una familia poderosa, corrupta, disfuncional, ambientada en la Costa Caribe, tenía todo para convertirse en un thriller sabroso, tenso y diferente. Lamentablemente…
Lo que no me convenció
Aquí es donde la cosa se pone más espinosa.
Primero: el acento. Y no es por ponerse purista, pero cuando una historia se desarrolla en Barranquilla, uno espera sentir la musicalidad del barranquillero. No un collage extraño que en algunos capítulos suena cartagenero, en otros como venezolano, luego como cubano, y a ratos como un imitador de costeño sacado de Sábados Felices. Es tan desconcertante que me hacía ruido todo el tiempo. Si a mí me confundió (que no soy de la costa), no quiero imaginarme lo que pensará alguien de Barranquilla viendo esto.
Segundo: el guion. Hay escenas que no dicen absolutamente nada, diálogos que parecen escritos solo para rellenar el minutaje del capítulo y momentos eróticos que no aportan nada, más allá del cliché de “esto es Netflix, metamos sexo”. Flashbacks sin rumbo, escenas con ritmo extraño y, en general, una narrativa que va y viene sin saber a dónde quiere llegar.
Tercero: la temporalidad. La historia tiene saltos de tiempo que no se entienden. De pronto pasó una semana… o una tarde… o seis meses. No hay claridad, y eso le quita peso a una trama que, en teoría, debía sentirse más realista o al menos más coherente.
Y por último: el final. Luego de 12 capítulos de giros, traiciones, personajes que no sabemos de dónde salieron y tramas que parecían importantes pero no llevaron a nada… llega un cierre apurado, sin el mismo cuidado visual de otros momentos, que remata todo como quien entrega un trabajo a última hora solo para salir del paso.
Opinión final y calificación
Medusa no es la peor serie colombiana de Netflix, pero sí es de las más frustrantes. Tenía potencial, tenía nombres, tenía presupuesto… y sin embargo, se pierde en su intento desesperado por ser algo que no logra sostener. Su apuesta por un thriller erótico costeño termina pareciendo una parodia involuntaria, y lo que pudo ser un producto de orgullo, se queda en un pastiche de clichés, sobreactuaciones y escenas que no convencen.
Calificación: 2.5/5 – Se ve bonita, pero no se siente honesta ni sólida. A veces menos es más.