La ceja reguetonera: un legado que no pedimos

El fin de semana rompí mi aislamiento social y sobriedad para salir con unos amigos. Lo sé, traicioné mi instinto de supervivencia, pero necesitaba un respiro.

Entre risas y tragos, una amiga nos informó que había aceptado una cita con un ferviente seguidor de Ig. No nos alarmamos, mejor estar cerca por si el tipo resultaba ser un patán certificado.

La primera alerta fueron sus fotos: demasiada edición, demasiada pose. Pero lo que realmente nos impactó fue su entrada triunfal. Cuando lo vimos bajo la luz del bar, toda ilusión de una noche regia y espontánea se desvaneció.

No podíamos dejar de mirar. No por su atuendo ni por su actitud, sino por lo que habitaba en su frente: dos arcos perfectamente delineados, altos y definidos. No es que esté en contra del grooming facial, pero aquello era una oda a la ceja reguetonera de los 2000, la que gritaba «soy el heredero no oficial de Don Omar».

Mi amiga nos lanzó una mirada de auxilio, esa que pide rescate sin preguntas. Intenté mantener la compostura y le solté: «¿Eres cantante de reguetón?».

Efectivamente, lo era. Bueno, fanático al menos. Don Omar, Wisin y Yandel, J Balvin y, claramente, su depilador de confianza. No sé si mi amiga estaba muy comprometida con la cita o simplemente no quería perder la engaripolada, pero terminamos en un bar con nuestro nuevo amigo de expresión permanentemente sorprendida.

Veinte minutos después, estábamos rodeados de tres sujetos más con las mismas cejas arqueadas. Todos heterosexuales, todos orgullosos de su estética Drag Queen meets Bad Bunny.

Aquí es donde me surge la duda. Respeto la libertad estética, pero, después de los pelos en la axila como statement feminista, las cejas ultra delineadas en hombres al más puro estilo «puertorriqueño 2005» siguen siendo un fenómeno capilar que no logro procesar.

¿Soy yo el que no entiende la moda o hay estilos que, aunque vuelvan, deberían quedarse en el pasado? Cada quien con su rostro y su arte, pero en mi humilde opinión, hay líneas que ni el mejor lápiz de cejas debería traspasar.