El estándar mínimo no es un logro: repensemos nuestras relaciones

El otro día, alguien soltó la joyita: “Es que es súper lindo/linda y me trata súper bien”. Y yo, tragando saliva y conteniéndome, solo pensé: ¿y qué más, un Nobel de la Paz?

¿En qué momento empezamos a aplaudir lo que debería ser lo básico? O sea, que te traten bien en una relación es lo mínimo. Es como pedirle a un chef que no te sirva la comida cruda o a un cirujano que no te deje bisturí adentro. Pero aquí estamos, emocionados porque la persona con la que salimos nos responde los mensajes y no nos trata como un zapato viejo.

El mercado del amor y el aguacate podrido

Mi mamá siempre me decía cuando íbamos a mercar: “Mire bien lo que está en esa caja, no vaya a encartarse con una fruta que parece bonita por fuera y por dentro está podrida”. Y yo, en ese entonces, solo pensaba en no comprar aguacates decepcionantes. Pero con los años entendí que este consejo aplica más a Tinder que a la plaza de mercado.

Porque claro, el empaque importa. Nos dejamos llevar por lo que vemos a simple vista: una sonrisa encantadora, un buen look, alguien que manda memes buenos. Pero, ¿qué pasa cuando le raspas un poquito la pintura? A veces encuentras un ser humano funcional y otras, pues… un narcisista emocionalmente inepto con traumas sin resolver. Y ahí es cuando te das cuenta de que un buen filtro de Instagram no hace magia con la estabilidad emocional.

La triste normalización de conformarnos con lo mínimo

Frases como “al menos no me trata mal” o “siempre me responde” no deberían ser argumentos para darle a alguien el título de pareja del año. Porque si tu estándar está en «bueno, al menos no me ignora», entonces tenemos un problema.

Una relación debería sumar, no ser un trámite donde solo te alegras de que la otra persona no sea un desastre. ¿Te imaginas decir “me encanta este restaurante porque no me intoxican”? No, porque eso es lo mínimo. Pues lo mismo aplica aquí.

Cómo dejar de aceptar migajas sin volverte un exigente insufrible

No se trata de hacer una lista con 500 requisitos imposibles (tipo que sea un chef con cuerpo de modelo y alma de terapeuta), sino de tener claro lo que realmente importa:

  • Tener estándares reales. Más allá de lo físico, ¿qué es fundamental para ti en una relación?
  • Saber diferenciar entre red flags y las ganas de joder. Dejar la tapa del baño arriba es molesto, pero no es lo mismo que manipularte emocionalmente.
  • No ser la única persona haciendo esfuerzos. Si eres tú quien carga la relación, huye.
  • Entender que mereces más que lo mínimo. Una relación no es un acto de caridad donde agradeces que no te traten mal.

Dejemos de aplaudir lo obvio

Si alguien no te responde durante dos días y luego aparece con un “es que estuve ocupado”, no es misterio: no le interesas. Si tu pareja solo es cariñosa cuando quiere algo, tampoco es misterio: te está manipulando. Y si lo mejor que puedes decir sobre tu relación es “bueno, al menos no es un desastre”, quizá es momento de hacer una pausa.

Así que la próxima vez que alguien te diga “es que me trata súper bien”, en lugar de aplaudir, mejor pregunta: “¿y qué más?”.