De Celos a Madurez Emocional

Siempre he pensado que la posición más cómoda, aunque paradójicamente incómoda, es desde el balcón de la víctima. Desde allí, uno puede observar cómo todo se desmorona a su alrededor sin necesariamente mancharse las manos. Uno puede incluso lanzar un poco de gasolina al fuego y sentir que, en el fondo, no debería ser juzgado por ello. Después de todo, uno está «en su derecho», ¿no?

Lamentablemente, la vida me enseñó demasiado pronto lo que significa estar en ese balcón. Fue en una relación donde, en varias ocasiones, me vi envuelto en el dolor de los cuernos, mientras yo intentaba mantener una apariencia de dignidad. Y en lugar de afrontar la situación con madurez, me vi atrapado en un ciclo de ira y resentimiento, como si el verdadero enemigo fueran esas «malvadas personas» que se cruzaron en nuestro camino.

Qué equivocado estaba. Qué bruto fui.

En lugar de salir con la dignidad intacta, me hundí en pleitos y enfrentamientos que, con el tiempo, solo me hicieron sentir más ridículo. Me metía en discusiones y escándalos, y hasta llegué a cometer actos de los que ahora me avergüenzo profundamente. Insulté, ridiculicé e incluso golpeé a personas que no tenían culpa alguna, simplemente porque se enredaron con alguien que «me pertenecía». Era el tipo de novio celoso que estaba dispuesto a destruir todo en mi camino, creyendo que de alguna manera eso solucionaría mi dolor.

Nada de eso ayudó a reparar mi relación fracturada. Romper ventanas con ladrillos o causar escándalos públicos no hizo más que agravar la situación y poner en riesgo hasta mi libertad. En esos momentos de furia y celos, estaba convencido de que los demás eran los culpables de mi sufrimiento, y que mi única opción era buscar venganza. Pocas cosas son más peligrosas que un ego inmaduro cegado por los celos.

Hoy, desde un lugar de mayor claridad y reflexión, puedo ver cuán tóxica era mi actitud. Me he dado cuenta de que el verdadero problema no eran los demás, sino cómo yo manejaba mi dolor y mis inseguridades. Agradezco que el tiempo me haya dado la perspectiva necesaria para entender esto.

Para cerrar este post, quiero ofrecer una disculpa sincera a todas las personas a quienes, en mi estado de ira y celos, les hice daño. Hasta a mi ex, por haber sido testigo de la versión más tóxica de mí mismo. A veces, el primer paso hacia la superación es reconocer y enmendar los errores del pasado. Así que, si alguna vez te has sentido en el balcón de la víctima, recuerda: el verdadero crecimiento comienza cuando dejamos de lanzar gasolina al fuego y empezamos a construir desde las cenizas.

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