Yo creo que todos tenemos una historia y estoy seguro de que para saber a dónde vamos, debemos recordar el recorrido que ya hemos realizado. La verdad es que lo que para muchas personas ha sido sencillo, a mí me ha costado el doble, el triple o, en realidad, múltiples intentos.
Crecer en una ciudad pequeña como Pamplona, en una familia de clase media, no me dio las oportunidades que deseaba o esperaba, así que siempre tuve que salir a buscarlas, porque no había manera de que ellas me encontraran. Fue así como me las arreglé para pagar mi carrera, juntando lo que podía con tres trabajos después de terminar mis clases.
Mis trabajos fueron tan diversos que hasta parecen sacados de una comedia. Fui profesor de porristas, mesero y fotógrafo de discotecas (prometo ampliar esta parte de la historia, ¿me recuerdas, por favor?) hasta que, buscando oportunidades, terminé trabajando en el canal de televisión de Cúcuta, conocido entonces como El Kanal.
Me ofrecí para el puesto de camarógrafo (de lo cual no tenía ni la más remota idea), y luego de insistirle mucho a la directora del programa, me convertí en reportero. Lo gracioso es que mi sueldo era un «cupo», que consistía en vender un comercial dentro del programa y yo me quedaba con ese dinero. Pero la verdad es que nunca pude venderlo, por ende, no obtuve dinero, pero sí mucha experiencia. No sabía si reír o llorar con esa situación.
Después de cuatro meses de «experiencia» laboral, el director del canal vio en mí más ganas que talento, entonces me ofreció un pequeño espacio los viernes y sábados, presentando videos musicales desde las 9 de la noche hasta las 12 de la madrugada. (Esta parte de la historia la tendré que contar después, porque es tan macabra como entretenida).
Lo cierto es que las jornadas, aunque largas y difíciles, me enseñaron muchísimas cosas, como, por ejemplo, que tenía que hacer rendir los 150 mil pesos mensuales que ganaba. Así que al menos ganándome algo de dinero, renuncié a ser fotógrafo de discotecas para ser VJ de un programa que ni siquiera veía mi mamá. Ahí empecé a entender que la perseverancia era clave.
Yo soy de esos que dejan que la vida fluya. Estábamos en pleno 2008 y Venezuela tuvo un fuerte conflicto con Colombia, entonces el cantante Juanes tuvo la idea de hacer el famoso concierto Paz Sin Fronteras que se realizaría en la frontera colombo-venezolana, es decir, en la esquina de Cúcuta.
Para ese momento, Cúcuta era una ciudad pequeña o un pueblo grande, depende de cómo lo veas. Pero en cuestión de semanas, se convirtió en la capital de uno de los eventos más grandes que se había visto, o al menos que yo haya vivido.
En cinco días, los hoteles estaban llenos de equipos de producción, artistas y medios de comunicación. ¿Y adivinen quién era el nuevo presentador de música que estaba en un medio de comunicación? Recuerdo cuando me dieron la escarapela como periodista del evento, la misma que tenían todos los presentadores famosos que yo veía en televisión.
Esos 150 mil pesos que me pagaban por contrato no pagaron lo que descubrí en ese concierto.
Mientras me abría espacio con un micrófono viejito entre cientos de medios de comunicación con lo último en tecnología, mi cuerpo no cabía de la emoción. El mismo tipo que lavaba platos y servía comida en un restaurante estaba entrevistando a Juanes, Alejandro Sanz, Carlos Vives, Juan Fernando Velasco, Juan Luis Guerra, Ricardo Montaner, Miguel Bosé y muchos más que hoy no recuerdo.
Te confieso que al escribir este post, sonrío y hasta me emociono. Prácticamente era un fan con micrófono que se debatía a cada segundo entre trabajar o pedir autógrafos.
Esa noche, luego de 12 horas haciendo entrevistas a la gente, a los artistas y a cuanta celebridad me encontré en ese lugar, con la piel ardida del sol penetrante que me quemó durante toda esa jornada, no podía dormir ni dejar de sonreír. Ese día descubrí lo que quería hacer en la vida y a dónde quería llegar.
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