¿Y ahora qué Buscas en el Amor?

En un punto de la vida, uno tiene que preguntarse: ¿qué es lo que realmente buscamos en una relación?

El fin de semana, mientras miraba absorto por mi ventana con un cafecito recién hecho en mano, me di cuenta de que mi perspectiva sobre las relaciones ha cambiado radicalmente. No, no es que haya encontrado la fórmula mágica del amor eterno, pero definitivamente hay algo que se siente diferente. Lo sé, no tengo 50 años, pero, sinceramente, ya no soy ese «pollo» deslumbrado por las luces de las relaciones tóxicas que parecen más un reality show que algo genuino.

Las relaciones del pasado, donde los celos, los cachos y esas escenas dramáticas dignas de una novela de medio día solían ser mi pan de cada día, ahora me parecen absurdas. ¿Quién necesita ese drama? Al menos yo no. Es como lanzarse en paracaídas sin tener la certeza de que el infeliz se abrirá; qué pereza ser un kamikaze sentimental, donde todos los protagonistas terminan en el suelo, desparramados y jodidos.

Desde que fui desterrado del grupo de los «pollos» generacionales hace unos años, he aprendido a navegar el océano de la vida amorosa con más sabiduría. He dejado atrás las relaciones fugaces llenas de mentiras y «hubieras» que terminan convirtiéndose en una inundación de dolores de cabeza.

Hoy no me siento invencible ante una tusa, pero también sé que, si está en mis manos, no quiero volver a vivirla. ¿Quién querría sacrificar su paz mental por una relación donde la incertidumbre forma parte de la rutina?

Hoy, preferiría estar soltero un domingo por la tarde, disfrutando de mi propia compañía, que perder el tiempo preguntándome si la persona que está a mi lado realmente me quiere como merezco. Esa lucidez, esa claridad que solo el tiempo puede dar, me llevó a romper con la lista de potenciales parejas que dejé en el camino cuando la situación se volvió demasiado seria. Porque, seamos honestos, uno sabe en el fondo cuándo una relación tiene futuro y cuándo, simplemente, no.

Ahora estoy embarcado en dos relaciones igualmente sanas: una conmigo mismo y otra con una persona que me da paz. Esta travesía de autodescubrimiento me ha llevado a un lugar donde la tranquilidad no es un lujo, sino una constante. Nunca había estado tan en paz.

Así que, querido lector, mientras te enfrentas a tus propias encrucijadas sentimentales, recuerda: no está mal estar solo. A veces, el mejor tipo de amor es el que uno se brinda a sí mismo. Después de todo, el verdadero viaje comienza cuando aprendemos a amarnos antes que a nadie más, y luego que la vida nos sorprenda.

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Un comentario

  1. Cuanta razón tienes,a veces dejamos que transcurra el tiempo y nos quedamos en lugar por el solo hecho de tener miedo. Y vemos pasar el tiempo viviendo vidas ajenas anhelado que esa sea la nuestra. Solo que la decisión de empezar de nuevo no están fácil pero si se puede .

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